No me dejan dormir desde las tres de la madrugada. El teléfono empezó a sonar minutos después que la página web de Granma colgara las últimas reflexiones de Fidel Castro. Desde ese momento no he podido volver a acostarme. Es difícil pensar con claridad cuando se lleva encima una madrugada en vela, así que todavía estoy en la fase de “pellízquenme a ver si estoy despierta”. Los amigos tampoco me ayudan mucho a espabilarme, pues me acosan a preguntas, como si en esta Isla alguien pudiera tener “respuestas” a algo.
Toda mi vida la he pasado con el mismo presidente. No sólo yo, sino que mi mamá y mi papá –nacidos en el 57 y en el 54, respectivamente- tampoco recuerdan a otro, que no sea el que hoy se ha despedido de sus cargos. Varias generaciones de cubanos no se han hecho nunca la pregunta de quién los gobernará. Tampoco ahora tenemos muchas dudas de cuál persona ocupará el máximo puesto, pero al menos hay alguien que parece definitivamente descartado. Como en esos filmes de Alfred Hitchcock nos hemos enterado, sólo cinco días antes de las elecciones, que nuestros disciplinados parlamentarios se enfrentarán a una boleta diferente; que no tendrán que marcar al lado del “mismo” candidato.
A pesar de estar cayéndome de sueño, alcanzo a darme cuenta que hoy se ha cerrado un ciclo. Vale preguntarse si el nuevo que se abre llevará nuestros nombres, tomará el curso de nuestros deseos o durará otros cincuenta años.
Por el momento cierro los ojos y ya me siento más ligera.
Fuente: Generación Y.
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