Escribo esto con mucha tristeza. Acabo de ver en la televisión la imagen de la niña recibiendo el retrato de su padre, he visto cómo abraza lo único que queda de la persona que la amaba. Todos hemos visto cómo pegaba su rostro a la sonrisa de su padre ausente.
Me vienen a la memoria dos imágenes parecidas. Durante el funeral de John F. Kennedy, Presidente de los Estados Unidos, su pequeño hijo saluda de manera militar el paso del cortejo. El otro recuerdo es personal; pero me permito compartirlo con Ustedes. Cuando, al día siguiente del entierro de mi madre, mi cuñado nos dio una fotografía reciente de ella y mi hermanito menor se quedó aferrado a ese cuadro, sin quitarle la vista, ni las manos, ni los labios de encima; nos costó mucho trabajo convencerlo de que se fuera a dormir.
La muerte de cualquier persona es lamentable, no necesariamente hay que ser de la misma ideología para sentir su partida tan inesperada, tampoco tengo elementos para determinar si el Lic. Mouriño fue un hombre corrupto o intachable; en este momento él se encuentra más allá de cualquier juicio humano. Lo que me causa mucha pena es la familia, la de él y la de todos los que perdieron la vida en ese mismo instante, hombres y mujeres inocentes.
El tiempo cura todo; si no lo cura, por lo menos va colocando todo en su justa perspectiva. Quiera Dios que las personas amadas por los ahora ausentes encuentren pronto alivio a su dolor.
La vida continúa, aunque ya es otra vida.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario