lunes, 13 de agosto de 2007

ESTATISMO Y NACIONALISMO


En nada coinciden tan genéticamente las tradiciones de la izquierda mundial del siglo XX y las de la Revolución Mexicana como en los terrenos del estatismo y el nacionalismo. Ahí confluyeron, desnaturalizadas y burocratizadas, las tradiciones de ambos mundos.

Ese es el verdadero corazón de la izquierda mexicana: el lugar donde se cree que el Estado es el instrumento de la justicia social contra los poderes privados y el valladar de defensa de la nación contra la amenaza exterior.

En ese terreno de convicciones políticas, históricas y morales confluyeron a fines de los ochentas las fuerzas que dieron vida al PRD, un partido pragmático, no ideológico, que nació a la vida por un vasto movimiento fruto de una escisión y una fusión históricas: la escisión del PRI en 1988 y la fusión en un solo cuerpo de todas las corrientes y partidos de la izquierda bajo el amparo de aquel aluvión electoral que fue el cardenismo, el principio del fin de la hegemonía política del PRI.

La parte priista de la fusión no quiso nunca la revolución ni el socialismo, sino el poder del Estado y el orgullo nacional de sentirse soberanos. La parte socialista de la fusión –comunistas, revolucionaros, utópicos— ha marchado todo el camino bajo la batuta política del priismo de izquierda o progresista o cardenista o nacionalista o antineoliberal, como quiera llamarse a lo que representan dentro del nacionalismo revolucionario personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo o Andrés Manuel López Obrador.

Ha sido el liderato del priismo de izquierdas lo que dio a la izquierda perredista una dimensión electoral desconocida para las izquierdas tradicionales y la pasión propiamente política de ser mayoría, de ganar el poder, no sólo de oponérsele.

Las piedras de toque ideológicas de la escisión priista de 1988 fueron precisamente la defensa del Estado y de la nación contra lo que juzgaron, y juzgan todavía, amenazas inaceptables para ambos, a saber: las reformas liberalizadoras iniciadas en los años ochenta para adelgazar al Estado y abrir la economía al exterior y a la inversión privada.

El estatismo nacionalista y su discurso antineoliberal siguen siendo el centro, el verdadero corazón ideológico de la izquierda mexicana agrupada bajo las siglas del PRD.

Es el discurso de referencia del partido y de sus absolutos líderes políticos, primero Cuauhtémoc Cárdenas con un toque liberal, después López Obrador con un toque pobrista y popular.

Fuente: Diario Milenio.

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